Empresarios y sostenibilidad

Por Luis Trigo Sierra

“Sostenible” es, sin duda, el término más repetido actualmente en tribunas y foros. Se ha incorporado a la jerga política y empresarial como ningún otro y si las palabras tuviesen cuentas en Instagram o Facebook las de esta sumarían “followers” en cascada hasta alcanzar cifras astronómicas.

La condición de sostenible se predica de cualquier comportamiento, actividad, servicio o producto. Desde un huevo de gallina a un aeropuerto, desde el funcionamiento de una lavadora al trazado de las calles de una ciudad,  todo ha de ser sostenible.

No otorgar el sello de sostenibilidad equivale a privar al objeto o circunstancia de que se trate de una condición absolutamente necesaria para alcanzar el zénit de lo deseable, la cúspide de la excelencia moral de esta sociedad global en la que vivimos.

Cuando estas cosas pasan y un concepto cobra perfiles totémicos, de piedra de toque de todo cuanto de bueno le cabe esperar a la humanidad, siempre me asalta la misma duda: cuánto de verdadera fe y cuánto de idolatría sustentan este nuevo culto. Y no pongo en duda la palabra sino a sus adoradores.

La adhesión a lo sostenible es una baza que no puede dejar de ser jugada por toda esa suerte de expertos del oportunismo que siempre ven en las ilusiones de los demás una buena ocasión para sacar tajada a costa de su ingenuidad, pues apostar por un mágico mundo de colores constituye un éxito tan asegurado en términos de apoyo popular como lo será el justificar en su momento el fracaso en la consecución de las metas anheladas en culpas siempre ajenas. A ver quién va a hacer la auditoria que lo contradiga.

Por eso hay tanto converso y tanto afiliado de última hora. ¿Quién no va a querer salir en la foto, con lo bonita que es? ¿Quién no se la juega a quince años vista, con todo lo que se puede ganar o perder sólo en los próximos cinco por subirse o no subirse a este barco, cuando con hacer la travesía parece que es bastante?

Pero lo verdaderamente preocupante de que se siga entendiendo esto como un juego de listos contra ingenuos no está tanto en lo que unos lleguen a aprovechase de los otros sino en el batacazo que nos podremos pegar todos, listos e ingenuos, si resulta, al final, que eso de ser sostenible había que tomárselo en serio.

 

Naciones Unidas, que es uno de los grandes promotores de esta carrera, planteó metas a plazo que concretasen la materialización de la sostenibilidad social y medioambiental en el Mundo, concibiendo un escenario a quince años vista, en su agenda 2030, en el que la pobreza, las desigualdades y el riesgo climático serian superados, siendo los responsables de hacer posible este milagro los gobiernos, las organizaciones no gubernamentales y las empresas.

Probablemente la adhesión ciudadana a un reto semejante requiera de su formulación en positivo, del “I have a dream” del famoso discurso de Martin Luther King, pero si verdaderamente existe un consenso general sobre el mundo que deseamos y cómo alcanzarlo, no vale sólo con ilusionarnos con él. Cada uno de los actores encargados de llevar a cabo las transformaciones que deban hacerlo posible tienen que tener perfectamente definido un proyecto, una programación, unas obligaciones y un calendario. Las consecuencias de no ajustarse al mismo deberían escocer, pues está demostrado en psicología que el progreso en las conductas se consigue con una adecuada combinación de refuerzos positivos y negativos, de premios y de castigos.

Una cierta planificación existe, pero también hay mucha impostura y oportunismo. Por lo que respecta a la definición de obligaciones y a las consecuencias de no atenderlas algo se está avanzando al reorientar la invitación a la participación en el proceso hacia normas jurídicas de obligado cumplimiento.  Ya veremos lo que da de sí este movimiento y la sensatez con la que se legisla.

Detengámonos un poco en lo más cercano, nuestro país, y en los avances realizados por uno de los llamados a ser motores de transformación: el empresariado.

La organización a través de la cual Naciones Unidas está ordenando el desarrollo de este plan por lo que toca a las empresas es el Pacto Mundial, red internacional que nació al objeto de vincular a las entidades que se adhiriesen con diez compromisos referidos al respeto de los derechos humanos y los derechos de los trabajadores, la lucha contra la corrupción y la salvaguarda del medio ambiente.  Efectivamente desde esta plataforma se está impulsando el progreso en el trabajo a realizar por las empresas para avanzar hacia los ODS. Por lo que respecta a la Red Española del Pacto Mundial (la primera en número de empresas a nivel mundial), el año pasado llevó a cabo una encuesta entre empresas públicas, empresas privadas (grandes y PYMES) y autónomos, de toda España y de los sectores más representativos de nuestra economía, reuniendo más de 1.400 respuestas, para conocer el grado de conocimiento y avance en la adaptación de las empresas a la consecución de los ODS. En el mes de noviembre se dio a conocer el informe que exponía las conclusiones de esta encuesta, evidenciando que, aunque el conocimiento de los ODS entre las empresas españolas se ha incrementado notablemente, todavía queda mucho camino por recorrer por lo que respecta a la medición de los impactos de la actividad (positivos y negativos) en la consecución de los objetivos de sostenibilidad y a la implementación de medidas encaminadas a conseguir las metas de la Agenda 2030.

El 15 de marzo de 2021, la Presidenta de la Red Española del Pacto Mundial, Clara Arpa, compareció en el Congreso de los Diputados,  ante la Comisión Mixta para la Coordinación y Seguimiento de la Estrategia Española para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para presentar este informe, haciendo hincapié en que ya se han consumido 5 de los 15 años con los que se contaban para ejecutar el plan, que el conocimiento por parte de la población española de los ODS todavía es muy reducido (más del 70% de ésta los desconoce totalmente) y que las empresas están muy retrasadas en la implementación de acciones concretas para alcanzar los objetivos, existiendo una enorme brecha entre los compromisos que se derivan del posicionamiento declarado en favor de los ODS y la sostenibilidad de las empresas y la implementación de  medidas concretas que posibiliten sus consecución.

El Secreto de la Filantropía fundación

El informe aporta un buen y ordenado volumen de información, siendo, a mi entender, la más relevante, además del grado de vinculación de las empresas con el plan, según tamaño (grandes, pymes y autónomos) y naturaleza (públicas, privadas y empresas de economía social), la referida a los objetivos concretos que han merecido la atención del empresariado español y con los que plantea comprometerse.

Destacan entre todos los demás los que se refieren a la igualdad de género, la salud y el bienestar y la acción por el clima. La mayoría de las empresas han centrado sus esfuerzos en la realización de planes de igualdad, conciliación laboral, flexibilidad horaria y teletrabajo. También han merecido especial atención las medidas vinculadas a la protección del medio ambiente como el reciclaje, la reutilización y el aprovechamiento de recursos, en suma, la denominada economía circular y las que tienen que ver con la reducción neta de emisiones de gases de efecto invernadero, siendo destacable especialmente en las grandes empresas la preocupación por la medición de la huella de carbono.

En cambio, es muy reducido el interés por los objetivos que tienen que ver con el respeto a los derechos humanos o con la gestión de la cadena de suministros.

De todo por lo que se puede optar para contribuir a que el mundo tenga menos amenazas se elige aquello que más directamente le afecta a la empresa y cuya inversión probablemente le acabe generando ahorros y le permita contemporizar con los stakeholders. Se apuesta por tener a la plantilla propia lo más contenta posible pero no se selecciona a los proveedores atendiendo a si respetan o no las mínimas normas humanitarias con quien para ellos trabajan. Se pone una buena cerradura a la casa propia pero se ignora la violencia existente de puertas para afuera.

Esta primera evaluación de nuestras empresas pone de manifiesto que, en número, todavía son muchas más las que están al margen de la preocupación por la sostenibilidad que las que se han sumado a este proceso; que muchas de las que hacen profesión de fe sostenible están más preocupadas en que parezca que hacen que en hacer algo y que la mayor parte de las que implementan medidas alineadas con los compromisos que manifiestan haber asumidos se concentran en acciones que contribuyen en gran medida a una mejora de sus propias organizaciones (aunque indirectamente puedan redundar en el bien común) que en atender directamente necesidades generales.

Ha sido y es una constante el debate sobre si lo que más y mejor contribuye al desarrollo del progreso y la justicia en el mundo es la intervención de los poderes públicos encaminada a la corrección de desigualdades o el puro juego de la competencia. Hoy en día los dos grandes líderes del mundo, USA y China, representan respectivamente el ejemplo vivo de ambas posiciones. Para uno, el foco es el individuo, su dignidad y su libertad. Para el otro, lo es la colectividad. Un gran atractivo que le veo a los ODS es que le ha dado voz a la empresa, ofreciéndole la oportunidad de ser protagonista en la construcción de la sociedad que queremos. Ha civilizado el debate y ha invitado a quienes en mayor medida generan el valor añadido en nuestras economías a contribuir con sus decisiones y sus capacidades a participar más en la sociedad a la que pertenecen, a ser más protagonistas del cuidado del campo de terreno en el que intervienen.

Por ahora, en nuestro país los datos demuestran que las empresas no han sabido ver suficientemente lo que esta invitación tiene de oportunidad. Quizá por desconfianza, quizá por no haber sopesado suficientemente el alcance de esta llamada a la acción, quizá porque la mayoría no le haya dedicado el tiempo necesario a reflexionar sobre lo que puede representar su intervención en un proceso de mejora de la sociedad, quizá porque sus estructuras y su cultura están demasiado ancladas en la consecución de resultados y la independencia de ejercicios y, por tanto, en el corto plazo, quizás porque los ODS se han basado más en plantear un ilusionante final feliz que en alertarnos de las posibles cruentas consecuencias de no trabajar por tratar de alcanzarlo.

Sostenible significa “capaz de mantenerse”. Está claro que la alternativa no es alternativa, pues si no conseguimos mantenernos, sucumbiremos. Ser sostenible no es una opción y tomárselo a broma constituye una irresponsabilidad. Jugar a ser sostenibles pero no serlo es una frivolidad. Por ahora se aprecia que importa más la apariencia que el compromiso y su atención. Queda tiempo, pero hay que darse prisa.

Podéis saber más sobre la labor de nuestra Fundación El Secreto de la Filantropía en labores de sostenibilidad y mucho más aquí.

*Imágenes: freepik.es

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